Cien cuyes
Cuando terminé de leer Cien cuyes, sentí una mezcla de ternura, tristeza y admiración. Es una historia que te hace pensar en la vida, en la vejez y en cómo tratamos a las personas mayores cuando el tiempo empieza a pesarles. Gustavo Rodríguez, el autor peruano que ganó el Premio Alfaguara 2023 con este libro, logra contarnos algo tan duro como el final de la vida con una cercanía que llega a conmover.
La protagonista, Eufrasia, me pareció un personaje entrañable. Es una mujer sencilla, trabajadora, que se dedica a cuidar ancianos de familias acomodadas en Miraflores. A través de ella, conocemos tres historias que se cruzan: la de doña Carmen, una señora de clase alta que ha perdido la ilusión de vivir; la del doctor Jack, un médico jubilado que enfrenta un cáncer de próstata; y la de los “Siete Magníficos”, un grupo de ancianos que viven en un asilo y que tratan de mantener el buen humor mientras recuerdan su juventud. Lo que más me gustó del libro es cómo Rodríguez mezcla la tristeza con el humor. A pesar de hablar de la muerte, la historia no es deprimente. Más bien, es una celebración de la vida, de los recuerdos y de las pequeñas cosas que todavía pueden hacernos felices cuando ya parece que no queda mucho por vivir. Me hizo pensar que envejecer no es solo perder fuerzas, sino también ganar en sabiduría y en memoria.
También me impactó la forma en que el autor retrata Lima. Las descripciones del malecón, del mercado y de los edificios nuevos que tapan la vista del mar me parecieron muy reales; sentí que podía estar ahí, viendo la ciudad cambiar igual que cambian las vidas de los personajes. Esa Lima que aparece en la novela es casi otro personaje: moderna, caótica, pero llena de historias y de contrastes. Mientras leía, no pude evitar pensar en mis tíos (a los que considero como mis abuelos) y en cómo a veces damos por sentado que siempre van a estar ahí o en cómo dejamos pasar la oportunidad de escuchar sus historias y pasar tiempo juntos. El libro me hizo reflexionar sobre eso, sobre lo poco que se habla de la vejez y de la muerte, temas que solemos evitar pero que, tarde o temprano, todos tendremos que enfrentar.
Otro punto que me pareció muy humano es cómo se muestra la desigualdad. Eufrasia pertenece a una clase trabajadora y, aunque pasa sus días cuidando a gente rica, su vida es muy distinta a la de ellos. Sin embargo, su generosidad y empatía hacen que termine siendo la más valiente de todos. Es ella quien ayuda a los ancianos a aceptar la muerte, pero también quien lucha por salir adelante con su propio hijo. Al final, Cien cuyes no solo habla de la vejez: habla de lo que significa cuidar, acompañar y no dejar solos a quienes alguna vez nos cuidaron a nosotros. Es un libro que te hace reír, pero también te deja con un nudo en la garganta, y me hizo valorar más a mi familia y pensar que, aunque el tiempo pase, lo que realmente importa es la forma en que usamos y compartimos ese tiempo con los demás.
En resumen, esta novela me dejó con una sensación muy cálida. Es de esas lecturas que te hacen detenerte un momento y mirar la vida con más empatía. El autor logra recordarnos que todos, tarde o temprano, seremos los “cien cuyes” de alguien, y que lo más importante es llegar a esa etapa rodeados de cariño y dignidad.




